Frente a los
grandes errores de los protestantes, el Concilio de Trento fijó la auténtica
doctrina de la Iglesia. Reconoció el valor de la Tradición apostólica y de las
Sagradas Escrituras como fuente de fe, definió el canon* de los libros
inspirados, publico los decretos sobre el pecado original y sobre la
justificación, definió la doctrina sobre los sacramentos, haciendo énfasis en
el Bautismo y la Confirmación.
Por otro lado,
el Concilio de Trento fue perfilando el camino para una profunda y auténtica
reforma al promulgar cuarenta y dos artículos, que pueden ser considerados la
esencia de la reforma católica, concernientes a los más importantes sectores de
la vida eclesiástica : fijó la residencia de los Obispos en su sede, estableció
normas de disciplina al clero, reorganizó la vida religiosa en los conventos,
el uso del latín en la celebración de la Misa y administración de los
sacramentos, etc.
De esta manera, el
Concilio de Trento ha servido como punto de partida para un nuevo caminar de la
Iglesia. Así, se avivó la fe de los creyentes; aumento la frecuencia de los
sacramentos, se dignificó la vida y el oficio sacerdotal; creció el entusiasmo
misionero el papado fue ganando prestigio; brotó una generación de santos,
quienes renovaron y crearon nuevas órdenes religiosas: San Juan de Dios funda
la orden de los Hospitalarios, San Ignacio de Loyola funda la compañía de
Jesús, Santa Teresa de Jesús inicia la reforma de los carmelitas, etc.
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